Es de reconocer que con el paso del tiempo, los hombres ya están un poco más dispuestos a hablar sobre sus emociones, esto significa un gran avance, sobre todo porque vivimos en un país donde el hombre tiene que mostrarse fuerte. Si para ellos hablar de sentimientos le cuesta, ahora imagínense comentar situaciones relacionas con su vida sexualcomo por ejemplo que en ocasiones tienen relaciones con la presión de demostrar que son "suficientemente hombres" o que con frecuencia evitan la intimidad para no salir heridos, o que a veces no tienen erecciones o eyaculan más rápido de lo que quieren, en fin, ellos no quieren hablar sobre aquello que afecta su vida sexual, algunos solo lo han hecho en terapia y mucho más lo han callado por años. Bueno pues a partir de esta información y de alguien quien ha pasado por estas situaciones, se abre la oportunidad para que ellos tengan el espacio donde hablen acerca de estos temas sin que se sientan incómodos ¿Cómo inicio la idea?Jorge Caraballo es un periodista colombiano que ama y desea a su pareja, tiene dos hijos, le va bien económica y profesionalmente. Si lo vemos desde fuera, él parece cumplir con lo que este mundo espera de un hombre heterosexual, pero la realidad es que por dentro, no se siente bien. "Cada cierto tiempo vuelvo al mal sexo, en el que mis inseguridades me impiden estar presente, en el que me preocupo más por demostrar que por sentir, y en el que no hay comunicación real sino una necesidad fisiológica por resolver en la que la otra persona es accesoria", relata Caraballo. En octubre del 2023, en algún momento de gran frustración, publicó en su newsletter "Memorias de mi pene triste". Éste se trata de un ensayo en el que describe cómo ha sufrido en su sexualidad por tratar de encajar en los estereotipos de lo que en muchas partes de América Latina se entiende como "ser hombre": dominante, de líbido desbordante, agresivo en la competencia, desconfiado, homofóbico, seguro de su identidad y desinteresado en cuestionarla. "Ese ensayo ha sido sin duda el texto más desafiante que he escrito en más de 15 años como periodista. Me tomó diez meses terminarlo, y durante ese tiempo pensé abandonarlo muchas veces, no solo porque implicaba revelar detalles que me avergonzaban, sino porque dudaba de su utilidad para otros", indica Jorge. "Sin embargo, mientras lo escribía empecé a hacer algo que nunca había hecho: preguntarles a mis amigos por detalles incómodos de su vida sexual. "Hasta entonces solo hablábamos de nuestras proezas, o de lo que nos hacía ver como buenos amantes", relata. "Fue así como se me ocurrió la idea con la que terminé ese ensayo": "Me avergonzaba hablar de esto porque pensaba que era un sufrimiento individual, pero ahora creo que expresarlo abiertamente puede servir para empezar una conversación donde nos sintamos vistos, acompañados, presentes. Necesito hablar con más hombres sobre esto. Me encantaría si algunos se animan a hacerlo". "Lo leyeron más de 7.000 personas y empezaron a llover comentarios, al comienzo principalmente de mujeres invitando a los hombres a leer y discutir. Pero, a la larga, muchos hombres, casi todos en privado, respondieron agradecidos por la historia y diciendo que estaban dispuestos a conversar". "Pero cuando intenté concretarlo me agobié: ¿quién era yo para contener las historias de otros si apenas podía con la mía?" "Me abrumó la responsabilidad de crear un espacio para hablar colectivamente de nuestras insatisfacciones sexuales, algo que sigue siendo un tabú entre los hombres latinos". "Confieso que pensé dejar en visto a quienes me dijeron que querían hablar (la mayoría desconocidos)", cuenta Jorge para bbc mundo. "Hasta que tres meses después de publicar el ensayo, organicé la conversación en Zoom. Se registraron 12 hombres". "Un jueves en la noche nos conectamos monógamos, poliamorosos, heteros, homosexuales, con hijos, sin hijos, en relaciones de más de una década, solteros". "Una videollamada así podía salir mal, muy mal, pero todavía me cuesta creer lo liberadora y terapéutica que resultó", indica Caraballo. Hablemos de sus miedos"Varios de los registrados cancelaron a último minuto. Los entiendo. Al final nos conectamos siete hombres, todos colombianos entre nuestros 20s y 40s", señala. "El miedo que tenía de verme obligado a echarme la conversación sobre los hombros se evaporó rápido. Solo sugerí unos acuerdos de confidencialidad para sentirnos seguros, y luego hice una pregunta inicial para conocernos y romper el hielo": -¿Qué te daría miedo que supiéramos de tu vida sexual? "Partí yo respondiendo: llevo 13 años en terapia y todavía hay periodos en los que las disfunciones vuelven a afectar mi vida sexual. Me da miedo que esto vaya a acompañarme para siempre". Luego siguieron los demás: -Pueden pasar meses sin desear ni tener sexo con mi novia, y no sé por qué si el resto de la relación funciona bien. -Cuando estoy teniendo sexo mi mente suele irse a otro lado: a recuerdos de exparejas o imágenes porno. -Soy gay y no obtengo ningún placer de relaciones sexuales sin un vínculo emocional o afectivo, pero la mayoría de las personas esperan lo contrario de mí: sexo al grano y hasta la próxima. "Como no éramos muchos, podíamos entrar en detalles sin sentir que le estábamos quitando espacio a otro, y todos participamos activamente. De entrada nos dimos cuenta de que la gran mayoría atravesamos los encuentros sexuales en una suerte de disociación: el cuerpo está en una frecuencia y la mente en otra", reflexiona el periodista. "Nos cuesta dejar las máscaras y las expectativas, y hay un juez interno encargado de evaluar el encuentro mientras ocurre, comparando lo que está pasando con lo que "debería pasar". "Varios señalamos esa conversación interna como un mecanismo de defensa contra la intimidad" "Estamos tan preocupados por alcanzar los estándares implacables del macho en la cama que nos cuesta conectarnos con la otra persona". "Y es muy triste que la sexualidad sea un escenario más en el que nos sentimos solos", indica Jorge. "Nos preguntamos de dónde viene la idea de que un encuentro sexual siempre debe seguir el mismo libreto: erección-penetración-eyaculación. No sentimos frustrados y desorientados", Señala el profesionista. "Varios mencionaron cómo la obediencia ciega a ese guión hace que, en el largo plazo, el sexo deje de sorprender y sirva solo como un mecanismo para aliviar tensión". Uno compartió que, para evitar esa monotonía en una relación larga, acordó con su pareja tener encuentros que se salen de la estructura rígida y que se parecen más al juego. A veces solo se desnudan para masajearse y conversar o tienen sesiones donde llevan al otro al borde del orgasmo pero se detienen justo ahí sin sentirse insatisfechos", cuenta Caraballo. En la reunión virtual, un hombre reconoció que ignoraba las posibilidades de su propio placer más allá de lo genital. "Su intervención resonó en todos". Alguien concluyó que quizás uno de los retos para salirse del libreto machista es explorar otras formas de erotizarse, conocerse tan bien para luego invitar a la pareja a potenciar ese placer. La competencia de ¿quién es el más macho?Caraballo, cuenta que el momento más interesante de la noche se dio cuando un hombre poliamoroso contó una situación difícil por la que estaba pasando: "Él está en una relación abierta y nunca le ocultó a su pareja principal que tenía otros vínculos sexo-afectivos. Pero cuando ella le contó que había empezado a acostarse con otro hombre, él colapsó", cuenta Jorge. "Dijo que lo que le dolía no era que ella recibiera placer de otro, sino que ahora él se siente en competencia con el amante. Le resulta inevitable compararse y eso pone su ego a tambalear". "Fue revelador darnos cuenta de cómo usamos a la mujer (o a otros hombres) para competir entre nosotros. "Y evaluando nuestro rendimiento sentimos que avanzamos en la carrera de superar a otros", narra. "Me conmovió cuando el poliamoroso dijo que lo que le ha ayudado a sanar su ego herido ha sido tratar de imaginar al amante de su novia como un amigo, un amigo que puede dar placer y que también merece recibirlo". "En mí, la competencia con otros hombres está asociada con necesidades tan básicas como sobrevivir y pertenecer. Nací y crecí en Medellín durante los peores años de la guerra entre el narcotráfico y el Estado". "Me crié viendo a los narcos en la calle, bajándose de sus camionetas enormes o sus motos ruidosas, siempre seguidos por mujeres hipersexualizadas y operadas en función de sus fantasías". "Los traquetos, como les decimos acá, eran vistos como machos alfa, el referente del éxito masculino: tenían lo que querían, puro poder sin remordimientos", exterioriza el colombiano. "Ser menos que ellos era indicador de debilidad, el sexo era la arena en la que competíamos y el cuerpo de la mujer era la moneda de cambio para ganar estatus". Amistad íntimaEl encuentro virtual se cerró hablando sobre la amistad íntima entre hombres. Esa conversación que tuvieron durante esos 90 minutos, los llevó a buscar alternativas para que se sientan más libres, por lo que no tiene que ser un ejercicio solitario y tormentoso. Es importante que durante esa charla, se reconoció el daño que se ha hecho hacía su o sus parejas, pero además de compartir risas, se sugirieron herramientas y referentes que le han servido. Se decidió un encuentro mensual de manera virtual y para la próxima sesión se sugirió leer tres capítulos cortos de "El deseo de cambiar", un libro de la autora estadounidense Bell Hooks que ha sido importante para varios de ellos. "El reto que siento después de haber hecho esto es llevarlo a otros ámbitos de mi vida, que esa conexión significativa y transformadora entre hombres no ocurra solamente en espacios dedicados a eso". " ¿Cómo puedo tener una conexión más íntima con mi papá, con mi hermano, con mis amigos, con colegas y desconocidos? ¿Cómo podemos desmarcarnos de los gestos de poder y jugar más, encontrarnos como aliados en nuestra propia sanación?" "Si eso ocurre, siento que estamos haciendo lo mejor que podemos para empezar a reparar lo que se ha roto en tantos siglos de masculinidad herida", reflexiona Caraballo. Fuentes: |