Gracias a mi madre, nosotros sus hijos, somos los hombres y mujeres que somos ahora. Recuerdo que hace varios años, casi
treinta, mi padre empezó a tomar y fue tan grande y fuerte su vicio que se abandonó completemente y de paso nos abandonó a nosotros. El ya no trabajaba, no
queria estar en la casa, no se aseaba; en fin ya no tenía ganas de nada más que no fuera estar tomando bebidas embriagantes. Mi madre siempre estuvo ahi para
nosotros y para él. En ese entonces eramos siete de familia, el más grande tenia 16 y el más chico tenia sólamente un año de nacido. Nunca se me olvida que mi
madre hasta dejaba de comer para que nosotros comieramos. Nunca dejo a mi papá, todo lo contrario, iba por el a donde el se quedaba vencido por el vicio, lo
llevaba a la casa,
lo bañaba, lo cambiaba, lo afeitaba y lo acostaba en la cama. Ella nunca habia trabajado fuera de casa asi que no tenía ninguna experiencia y quiza no le hubiera alcanzado el dinero para pagar una niñera, asi que empezó a coser ropa ajena, hacia arreglos florales, inyectaba, criaba gallinas y vendia las gallinas y los huevos. En fin, que no hizo mi madre adorada por mantenernos y mantener su familia unida. Y su esfuerzo dió su fruto y fruto en abundancia. Hoy, treinta años despues mis padres siguen viviendo juntos, mi papá ya tiene mas de veinte años que no toma ni una sola gota de alcohol. Ese siempre ha sido mi orgullo y mi más grande ejemplo y el ejemplo de mis hermanos también. Por María Valenzuela. |