Lagrimas, súplicas, reproches, amenazas o la famosa "Ley del hielo" son formas de chantajear al otro. Tan simple como las caricias, las relaciones sexuales o hasta la permanencia en la relación se condicionan a cambio de un supuesto beneficio mayor como el económico, evitar la soledad o hacer pensar al chantajeado que su pareja es la única persona que puede valorarla realmente. Desde luego que esta forma de actuar tan ventajosa puede llegar a dañar la relación, quien la padece y aunque no lo creamos a quien la ejerce. En una relación donde reina el chantaje la vida de ambos se sume en un círculo vicioso ya que la persona vulnerable permite el chantaje lo que refuerza la conducta de quien lo ejerce. ¿Por qué chantajeamos? Porque nos sentimos débiles, y esa debilidad se alimenta con una negociación no equitativa, injusta y hasta tirana. Es una actitud que nos habla de carencias o excesos, pues desde niños aprendemos que esa es la manera de adquirir el afecto. ¿Por qué permitimos el chantaje? Por su parte, una persona que se deja chantajear también tiene debilidades emocionales y una marcada necesidad de afecto. Quizás son personas que de niños no lograron satisfacer a sus padres porque estos eran muy exigentes y estrictos lo que posteriormente se reflejan en la necesidad de sentirse amados y aceptados. |
El chantaje y su funcionamiento | Efectos del chantaje sentimental en la pareja